jueves, 2 de diciembre de 2010

Crónica de una muerte anunciada

Hace varios días nos percatamos de que uno de los cardenales no se movía con el cardumen (formado por 9 peces, contando él mismo) y que tenía un tamaño menor, por lo que las próximas veces que echábamos de comer, miraríamos si comía o no.

Nada, ni pizca de comida (escamas bien troceadas). Pero estaba junto al grupo, así que lo dejamos pasar, comería una vez las pocas escamas que se escapaban se depositaran en la grava.


Esta noche, hará media hora, nos dimos cuenta de que tenia la aleta caudal seriamente dañada, mordisqueada. No sabemos si por las corideras, los fantasmas negros o sus compañeros. Volvía a rondar solo por el acuario, sin comer, dejándose llevar por la corriente y con una dificiltad notoria para el nado.


Hace apenas 10 minutos, le vimos enganchado en el regulador del filtro (no tira prácticamente nada esa parte, pero si no puedes moverte, te coge). Le soltamos y nada boca arriba entre el filtro y el oxigenador, las dos fuentes de movimiento de agua del acuario. Observamos que le faltaba también la aleta pectoral izquierda.


Sin movimiento y esperando su último gesto de vida se encontraba. Decidimos sacarlo y evitarle algun tiempo, tal vez alguna hora, de sufrimiento innecesario. A pesar de ser para algunos un "simple pez" la dignidad y el espíritu veterinario, están latentes.


Meditando ahora, no sabemos si el grupo de su misma especie no le acepta por ser de menor tamaño, por considerarse un grupo grande, o por ser introducido en distinto momento (se introdujeron en dos tandas, 7 y a los cuatro días, otros 3)


No hay fotos, para qué hacerlas del sufrimiento, se pregunta un servidor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario